Los autores intentan demostrar cómo la globalización del capitalismo neoliberal impulsada por occidente está llevando a un cambio en las formas de conducción de las guerras. Las nuevas guerras generadas en las periferias se están llevando a cabo cada vez más por compañías militares privadas, paramilitares, señores de la guerra, ejércitos privados y mercenarios, que les permite a los estados “desligarse” de los daños y pérdidas que estas guerras puedan ocasionar y obtener ganancias a través de la adquisición de yacimientos, minas y todo aquello que esta economía de mercado considere rentable.
No se trata aquí de hacer un exhaustivo análisis de los catorce capítulos que componen este libro, pero si rescataremos las ideas principales que el mismo aborda. El texto se compone de un texto introductorio, donde Thomas Seibert realiza un abordaje de la relación existente entre las “nuevas guerras”, afirmando que el surgimiento de estos ejércitos no estatales no es tan novedoso, y la transformación como consecuencia directa del capitalismo neoliberal que se genera en las mismas.
En el primer artículo referido a Colombia, Dario Azzellini señala en forma detallada cómo se crearon los grupos paramilitares y la relación de las compañías militares privadas con las élites locales bajo auspicio financiero y político de los Estados Unidos. Un modelo parecido al colombiano ha sido descubierto por el especialista en Kurdistán y Turquía, Knut Rauchfuss, quien explica como una alianza entre políticos, militares, y narcomafia dirige la paramilitarización del conflicto Kurdo en Turquía, y como existen al mismo tiempo nexos que llevan hacia Alemania.
Dario Azzellini explicita además cómo en el caso mexicano, la paramilitarización ha sido transformada en nuevas formas de organización social, las cuales incluyen enteras comunidades rurales. Este modelo será estudiado en Guatemala también y es analizado por Matilde Gonzales y Stefanie Kron, las cuales se centran en la relación existente entre paramilitarización, violencia y género.
Boris Kanzleiter parte de ejemplos de Serbia, Bosnia, Herzegovina y Kosovo, para analizar cómo se ocasionaron diferencias étnicas durante la guerra de Yugoslavia, como resultado del paramilitarismo convirtiéndose los paramilitares en protagonistas del proceso de privatización estableciendo verdaderos complejos criminales institucionales, que actúan más allá del fin de la guerra y en una entrevista realizada al especialista en Afganistán Matin Baraki explica cómo por medio de la “guerra contra el terror” en Afganistán, se impuso una reorganización del sistema de los señores de la guerra luego de la caída de los Talibanes y donde las posibilidades de emancipación política y social como las capacidades de articulación de la oposición fueron obstruidas por la institución de los señores de la guerra como pilares de la administración internacional. En otro capítulo desarrolla además un informe detallado del rol que cumplen las compañías militares privadas, su origen, composición y servicios que ofrecen. Otros autores como Henri Myrttinen evidencian cómo la violencia de Indonesia, generalmente asociada a conflictos étnicos y religiosos, se suscribe de manera clara a intereses de poder económico y desde África Björn Aust analiza la economía de la guerra del Congo, que se ha convertido desde mediados de los años noventa en la “primera guerra mundial del África”. En esta economía, aparatos militares y paramilitares libran batallas armadas compitiendo en la explotación de materias primas, que son exportadas por compañías transnacionales hacia Europa, Japón o Estados Unidos; conclusión similar a la que aborda Lisa Rimli, en un contribución referente a la economía de guerra en Angola, que continúa incluso después de la firma de un acuerdo de paz.
Tal como lo muestra el desarrollo presentado en este libro, el bombardeo de Bagdad o de Belgrado no constituye en absoluto la corta interrupción de una “paz” imaginaria por un estado de excepción de “guerra”. Más bien hoy se expande por regiones cada vez más grandes del globo un estado de guerra permanente de diferente intensidad, que requiere de respuestas mucho más complejas que la demanda de un cese de los bombardeos. Se trata en mayor medida de una crítica del nuevo orden de la guerra, que es expresión de las tendencias actuales del desarrollo del capitalismo.