Colombia en la global: Agenda Ciudadana Para La Paz
Los movimientos sociales globales hoy
Debo comenzar por decir que tengo lazos profundos con Colombia, aunque la vez pasada que estuve en Colombia fue en el año 1994. Cuando hoy por la mañana me entrevistan, me preguntaron qué pienso de los cambios durante los últimos años. Contesté que me parece muy triste, pero que en Colombia, mañana es siempre peor que hoy, desde hace casi un siglo. Espero que no siga siendo así, y espero que esto que se está organizando aquí sea un paso para que eso cambie.
Durante los últimos diez años, nunca he dejado de escribir y publicar sobre Colombia, y de apoyar a los movimientos sociales sindicales. Recientemente, apoyando la campaña de SINANTRAINAL en contra de Coca Cola, aunque mi tema hoy es otro. Es el tema de los movimientos sociales y la globalización. Quiero decir algo que dije también en las entrevistas, ojalá lo publiquen, algo que probablemente casi todos los que están aquí saben, pero que creo que es importante decirlo públicamente.
Creo que son dos las bases principales para cualquier avance en materia de paz en Colombia. La primera, crear las condiciones para que los movimientos sociales y sindicales puedan emprender luchas civiles, sociales y políticas sin ser amenazados, perseguidos, desplazados y asesinados. La segunda, acabar con lo que Human Rights Watch, Organización de Derechos Humanos de Estados Unidos y por fuera de cualquier sospecha de ser de izquierda, llamó la Sexta División del Ejercito, es decir, el paramilitarismo.
Antes de empezar con mi ponencia, quiero aclarar que no voy a hacer propuestas sino voy a hacer unas descripciones, caracterizaciones, y explicaciones y análisis de los movimientos sociales.
Desde hace varios años podemos observar en diferentes partes del mundo protestas y movimientos sociales que se suelen denominar "Movimientos anti-globalización" o como los llamó el anterior presidente mexicano Zedillo: "globalofóbicos". Nos hemos acostumbrado a esas palabras aunque nada podría ser más equivocado para describir esos movimientos. Esa denominación es una invención para difamar esos movimientos, para hacerlos parecer como atrasados, antimodernistas y nacionalistas en sentido negativo.
Sin embargo son todo lo contrario, o como dijo un activista del movimiento de los desobedientes italianos en un encuentro en el Foro Social Europeo hace algunos días en Florencia - Italia: "Qué es más anti-globalización, militarizar las fronteras de Estados Unidos y Europa y hacer de ellas un escenario de guerra en contra de los inmigrantes y refugiados provocando miles de muertos cada año o, luchar por el derecho a que los seres humanos circulen tan libremente como el capital y las mercancías? ¿Es anti-globalización viajar a otro país para apoyar a una población civil amenazada de muerte y guerra o lo es el hecho de viajar a otro país para bombardearlo, y tiene más responsabilidad global el campesino o el indígena que intenta oponerse a la destrucción del ambiente, patrimonio biológico, ecológico y cultural de la humanidad, salvándolo para futuras generaciones o una empresa trasnacional que lo quiere devastar para sacar ganancias rápidas que terminan empobreciendo a muchos, y enriqueciendo a unos pocos?".
Creo que estos movimientos son el embrión de otra globalización, la de la idea de globalizar los derechos y de la idea de que la economía esté al servicio de las sociedades y no al revés, las sociedades al servicio de las economías. En Italia la prensa también sigue denominando a ese movimiento como 'no global', aún cuando en el Foro Social Europeo se juntaran unas 50.000 personas a discutir problemas que no sólo eran europeos, aunque llegaran más participantes de otros países que a cualquier evento que haya organizado el gobierno italiano en los últimos 50 años, y aunque el movimiento de los y las desobedientes presentaran su revista 'Global', hicieran dos días de radio y televisión global por internet.
Se ha intentado varias veces encontrar otro nombre para este movimiento, y el más generalizado es 'Movimiento de los movimientos'. Éste le imprime la diversidad de su conformación: hombres y mujeres, campesinos y obreros, estudiantes, ecologistas, católicos, homosexuales y muchos más.
Si miramos los principales puntos de la agenda de este "Movimiento de los movimientos", encontramos también una gran diversidad. El movimiento se opone a todas las guerras, está en contra de las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, está en contra de la privatización de recursos básicos y servicios públicos y sociales (agua, electricidad, transporte público, educación). Está en contra del poder de las transnacionales y a favor de la libre circulación de todos los seres humanos.Eso es un punto que especialmente en Europa es muy fuerte, en contra de megaproyectos, poniendo las necesidades locales antes que las globales y en contra del racismo. En consecuencia, las pocas decisiones tomadas por los movimientos en las reuniones del Foro Social Continental de Europa en Florencia se tradujeron en decidir que en caso de que empiece la guerra contra Irak, haya una huelga general en toda Europa y, además, que haya un día europeo de acción a favor de los inmigrantes y en contra de las detenciones y las expulsiones de inmigrantes sin papeles.
La primera vez que ese movimiento ganó visibilidad internacional y atención de los medios fue en Seattle en 1998, y luego siguieron variadas movilizaciones, principalmente en Europa, en contra de las diferentes Cumbres que simbolizan la concentración global del poder; las cumbres del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, en Praga por ejemplo, de la Unión Europea, del G8 en Génova y otras más. Esas protestas en contra de las Cumbres han servido para desenmascarar a los supuestos 'buenos' quienes celebran frente a las telecámaras del mundo.
Las Cumbres del FMI, del G8 y del Banco Mundial tenían, y tienen, solamente la función de la celebración del poder, de la representación mediática de los supuestos buenos. Todos sabemos que las decisiones no se toman en esas Cumbres sino en otros lugares; por eso, esas protestas fueron muy importantes. Si los poderosos en sus Cumbres tienen que esconderse, estar encerrados, y necesitan decenas de miles de policías que actúan en contra de centenares de miles de participantes, entonces esos líderes ya no pueden difundir la imagen de ser los buenos. Son obviamente los malos, por eso necesitan aislarse del pueblo y de las masas.
Al mismo tiempo, ese movimiento se dio cita para el debate y la construcción de ese otro mundo posible a nivel mundial, en el Foro Social Mundial en Porto Alegre, y hace unos días, por primera vez, en un Foro Social Europeo en Florencia. Sin embargo, sus raíces se remontan a tiempos anteriores a 1994, al levantamiento Zapatista en Chiapas - México, en donde una guerrilla disparó solo 12 días y usó más el Internet que las balas, le dio nuevo significado a las palabras y a la comunicación; supo comunicar a nivel mundial e hizo un llamado a los primeros encuentros globales y no se centró en la toma del poder sino en la autonomía y en la dignidad.
Las luchas en América Latina han tenido muchas veces otra expresión, no en contra de esas Cumbres sino expresiones más directas, también porque el ataque neoliberal y la explotación capitalista ha sido y es más feroz que lo que es en Europa. Las luchas por eso son mucho más fundamentales y existenciales. Sin embargo, no son menos globales si pensamos, por ejemplo, en las luchas de los U'wa en contra de la OXY, de las comunidades del Chocó que se enfrentan al proyecto de construcción de un canal interoceánico, las luchas en contra de la privatización del agua en Cochabamba - Bolivia o de la construcción del aeropuerto en Atenco - México, estas dos últimas exitosas por suerte. Entonces vemos que tienen una dimensión global. Además, en América Latina está surgiendo una lucha continental que es la lucha contra el ALCA, que es un proyecto de infraestructura continental dentro del plan Puebla -Panamá.
Sin embargo, también hay que ver que la desigualdad de la globalización se repite también en estos movimientos. Mientras miles de personas del Norte pueden viajar al Sur, a Porto Alegre - Brasil, por ejemplo, sólo unos pocos del Sur pueden viajar a los grandes eventos del Norte (la caravana de 500 campesinos de la India que atravesó Europa hace unos tres años sigue siendo la gran excepción). El movimiento intenta tener esto en cuenta y por ello se organizó el Foro Social Mundial en el Sur, en Brasil. Sin embargo, tampoco se logró romper con las desigualdades y los que son la mayoría en el mundo: las mujeres, los campesinos, los indígenas, los negros, no han tenido la participación debida en el Foro.
Al mismo tiempo, muchos políticos profesionales han usado los foros como tribunas y los medios de comunicación han preferido entrevistar a los famosos en vez de darles una voz a los sin voz. No obstante, los Foros han sido un espacio importante de intercambio donde realidades muy diferentes han conseguido encontrarse sobre una base común. Pensemos sólo en los seminarios que se organizaron conjuntamente entre los activistas de Vía Campesina y el MST (Movimiento de los Sin Tierra) en Brasil y los pequeños campesinos franceses; la diversidad y la aceptación de esa diversidad es la riqueza de ese movimiento.
Con los actos terroristas del once de septiembre, el movimiento sufrió un fuerte retroceso. Aunque ese proceso empezó antes, después del once de septiembre quedó claro que se cerró el espacio de la política y la guerra global permanente empezó a delinearse como instrumento primario de orden. La presión de situarse en un lado de un modelo que acepta sólo dos lados opuestos ha sido un golpe fuerte, del cual el movimiento no se ha recuperado en todos los países de Europa, mientras para muchos países de Latinoamérica la presión ha aumentado y el espacio de lo político ha ido desapareciendo a favor de una lógica militar que conoce sólo amigos o enemigos.
Sin embargo, si miramos al Foro Social Europeo, en el cual participaron la semana pasada entre 50 y 60 mil personas, y la manifestación final en contra de la guerra que congregó a casi un millón de personas, podemos constatar que el movimiento existe todavía y sigue creciendo. Un millón de personas en una manifestación contra la guerra convocada por el movimiento y no por partidos o por las grandes organizaciones sindicales es un mensaje muy claro al gobierno italiano, a Bush, a Blair y a los demás señores de la guerra.
El gran desafío que hoy enfrentan los movimientos es la llamada guerra global permanente ¿Qué es eso? En Colombia se puede entender a nivel nacional una idea de lo que es; la guerra ya no es la interrupción de la economía, como lo fue antes, como lo fue en el contexto tradicional; sino que la guerra se ha vuelto la otra forma de la economía. Hoy los límites entre guerra y paz están desapareciendo, la guerra es declarada como operación de paz, la guerra es paz. Alemania, por ejemplo, hoy en día tiene más de 10.000 soldados en siete países diferentes, algo impensable hace unos diez años. No obstante, Alemania se ve como un país que está viviendo la paz y no la guerra, y esa paz está amenazada por el terrorismo.
En el caso de la guerra contra el terrorismo, no se puede decir ni cuándo empezó ni cuándo se va a acabar. La guerra se ha vuelto el instrumento de regulación más grande en el mundo. Sería demasiado largo para explicar aquí todo el debate sobre la guerra global y permanente. Quiero resaltar que la imagen difundida por parte de muchos medios, de que Estados Unidos quiere la guerra y la Unión Europea no, no es correcta, se trata nada más de diferentes modelos de regulación militar global. Mientras Estados Unidos prefiere las guerras amplias y masivas (debido a su modelo económico y la importancia de la industria bélica y los sectores conectados con ella) y sin el respaldo de las Naciones Unidas, la Unión Europea favorece un modelo de policía global, guerras de intervenciones rápidas con tropas mixtas y el respaldo de la ONU. Sin embargo, también aquí nos están vendiendo la guerra como paz.
El desafío para los movimientos y las movilizaciones en contra de la guerra tiene que ver con no terminar cambiando un modelo de guerra por otro, y hay más trampas que el movimiento tiene que eludir. Se tiene que mantener y aumentar su amplitud, y eso sólo puede funcionar si se siguen respetando y aceptando las diferencias como matriz del movimiento, evitando los intentos de homogenizar o dividir el movimiento. En Florencia, el gobierno italiano intentó esa estrategia para dividir el movimiento en una parte buena, que es la parte que nada más discute sobre otro mundo mejor posible, y otra parte mala, que es la que también pasa a la acción concreta: ocupaciones, huelgas, tomas, acciones simbólicas.
La operación afortunadamente no resultó, el movimiento defendió su pluralidad y los asistentes presentes en el Foro Social representaban las mismas corrientes y masas presentes también en todas las manifestaciones desde Seattle hasta hoy. Si el movimiento pierde su capacidad de crear conflicto en el sentido político, pierde también su fuerza y su posibilidad de incidencia en los procesos políticos y sociales.
Sin embargo, el movimiento ahora tiene que encontrar más formas concretas de acción, para parar la guerra e incidir en los procesos sociales, políticos y económicos. Si cuando la guerra aún no ha empezado, un millón de personas declaran su desacuerdo, no se puede simplemente seguir constatando eso una vez que la guerra haya empezado.
Entre las trampas que hay para ese movimiento, creo que también es importante no caer otra vez en los viejos modelos de políticas nacionales o nacionalistas. El sistema económico y político global vigente no da para soluciones puramente nacionales o nacionalistas. Sin embargo, hay también una vieja izquierda tradicional pegada a esos conceptos que intenta usar los movimientos para una revitalización de sus ideas. Otra trampa que se vive en Colombia y fuera de este país es la militarización del conflicto social, disparando a los manifestantes en Gotemburgo - Suecia y en Génova - Italia, donde no sólo la policía mató al joven Carlo Giuliani, sino que disparó más de 20 tiros. Ya en diferentes ocasiones, los gobiernos europeos intentaron quebrar el movimiento. La idea es que gran parte de las personas ya no se manifieste por miedo, y una minoría entre en una espiral de violencia y militarización del conflicto; así es fácil aislar esa parte y combatirla.
Se reconoce que el terreno militar es un terreno donde los gobiernos y el "imperio" son muy, muy fuertes. Es el territorio que dominan perfectamente, y por eso es el territorio que prefieren cuando los conflictos no se pueden pacificar de otra manera. El movimiento, por suerte, en Europa supo evitar esa trampa hasta ahora.
Sin embargo, hay un elemento muy importante y es el que tiene que ver con esas corrientes que describí como los malos y los buenos. Yo los describiría como los rebeldes y los demócratas que tienen que hablarse y llegar a alianzas.
En la historia, en los procesos de cambio, siempre hubo rebeldes y demócratas. Si miramos a Italia tenemos a Giussepe Garibaldi y a Giussepe Mazzini; Bolívar y Martí en Latinoamérica, Georges Washington y Tomas Jefferson en Estados Unidos, Francisco Madero y Emiliano Zapata en México. Sin embargo, en las luchas del siglo veinte en Europa, en los años 60 y 70 los demócratas acabaron vendiendo los rebeldes a los gobiernos. Si eso no se repite, si se logra entrar en una comunicación, en aceptar las posturas del otro, en tener respeto, entonces podrá haber chance de inclinar el orden mundial vigente. Pero aquí los demócratas tienen una gran responsabilidad para ganar otra vez la confianza de los rebeldes.
Por último, muchos académicos e intelectuales miran con simpatía ese movimiento y se preguntan cómo contribuir a su construcción como movimiento global. Creo que hay algunas indicaciones importantes respecto a su papel. En primer lugar, como intelectuales y académicos tenemos que dejar a un lado la vieja costumbre de querer ser observadores encima de los acontecimientos. Tenemos que ser parte de los movimientos, estar en ellos como intelectuales orgánicos, ofrecer nuestros conocimientos y también tomar en serio las experiencias de los movimientos y aprender de ellos. Creo que tenemos que dejar a un lado la vieja costumbre de que podemos incidir más en los procesos si buscamos la cercanía de los representantes políticos, aunque también a veces la buscamos por un narcisismo y por las telecámaras. En segundo lugar, creo que además tenemos que ayudar en la visibilización, y en crear conflictualidad política y no falsa armonía.
Dario Azzellini, politólogo de la Universidad de Berlín, colaborador del Centro de Investigaciones en Desplazamiento e Inmigración de Berlín.