La participación en Venezuela: conquista orgánica de la clase y punto de choque entre administración y poder popular
A la llegada a la Presidencia de Hugo Chávez en Venezuela, a comienzos de 1999, se puso en marcha un proceso de transformación social profundo en ese país. Una de las características centrales del proceso está en que la transformación social y la resignificación del estado son planteados como una construcción a dos bandas (Zibechi 2006, 206): Desde el estado y organizaciones de izquierda de tipo tradicional y desde movimientos populares y la sociedad organizada. A partir de un enfoque “desde arriba” y “desde abajo”, los cuales por cierto no corresponden a una ubicación específica institucional o extra-institucional sino más bien a la visión de cómo abordar los procesos de transformación.
El proceso Bolivariano incluye la participación de organizaciones de corte tradicional, de grupos y organizaciones nuevas y autónomas, de corrientes estado-céntricas como también antisistémicas. Según la orientación normativa del proceso, el poder constituyente, que se expresa en los movimientos, en la base social organizada, es el principal agente de cambio. Mientras el poder constituido, el estado y las instituciones, deben garantizar el marco y las condiciones del proceso.
En la práctica la asimetría de poder favorable al poder constituido y las lógicas inherentes al mismo, derivan en una tendencia a someter, reglamentar y frenar la capacidad creadora del poder constituyente. Entre más se profundiza el proceso de transformación, más se multiplican los puntos de conflicto entre el poder constituyente y el poder constituido. Así, por ejemplo, se van originando nuevas instituciones, orientadas hacia la tarea de acompañar, apoyar a las bases y a los movimientos en la construcción de estructuras que buscan suplantar al estado y a sus instituciones. Paralelamente, existen también dentro del estado, resistencias institucionales y estructurales en contra de esa construcción. Estas tensiones son reforzadas por la centralidad que tiene el petróleo para la economía venezolana, que fomenta el estado-centrismo, centralización del poder y estructuras verticales (Coronil 2002). Con la profundización de los cambios aumentan las resistencias del viejo estado. Al mismo tiempo aumentan las luchas por una ulterior profundización del cambio, las cuales se dirigen más y más en contra de los bloqueos institucionales.
Esta dinámica, sin embargo, es interrumpida por factores como procesos electorales y amenazas al proceso Bolivariano de parte de la oposición. Así que, cada vez que aumenta la conflictividad entre el gobierno y la oposición o surge una amenaza externa (como por ejemplo de parte de EEUU o Colombia) disminuye la conflictividad interna entre las fuerzas afines a un proyecto de transformación socialista y pasan a segundo plano o incluso no se expresan ya en absoluto.
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