Paramilitares, señores de la guerra y ejercitos privados como actores del nuevo orden de guerra
La empresa guerra
Paramilitares, señores de la guerra y ejercitos privados como actores del nuevo orden de guerra
Author: Dario Azzellini & Boris Kanzleiter
Publisher: ANROS
Published in 2004
El tema de las compañías militares privadas CMP (en inglés Private Military Contractors) ha sido descuidado durante mucho tiempo. Sólo después del asesinato de cuatro estadounidenses por milicianos iraquíes en Fallujah empezaron ser publicadas más informaciones al respecto. Aunque se trató de convencer al mundo que se trataba de civiles, no se pudo ocultar que eran empleados de la CMP "Blackwater USA". Aunqué supestamente civiles, los empleados de ese tipo de compañías asumen plenamente tareas militares. En el caso de la Blackwater los "empleados" son personal militar altamente calificado y entrenado, que asume hasta tareas más riesgosas que el ejercito mismo. En Fallujah p. e. estaban encargados de combatir detrás de las líneas enemigas.
Ejércitos privados, expertos militares e informáticos al servicio de las tropas de EEUU, radares manejados por compañías privadas, todo eso suena a ciencia ficción, sin embargo la realidad a veces es más increíble que una película. El negocio mundial de las CMPs alcanza ya unos 100 millardos de dólares anuales. Las formas de la conducción de guerras están cambiando. Al lado de los ejércitos estatales surgen cada vez más CMPs, paramilitares, señores de la guerra, ejércitos privados y mercenarios como actores de la guerra. Las guerras se dan con menor frecuencia entre los Estados y sus ejércitos y con mayor frecuencia en el interior de los Estados entre tropas regulares e irregulares, y ante todo contra la población civil. Generalmente, se considera a la creciente apariencia de empresas privadas de violencia como síntoma de "debilitamiento del Estado", "caos", y "anarquía"; como una pérdida del "monopolio estatatal de violencia" en "Estados fallidos", frente a los cuales Occidente se encuentra más o menos impotente.
En el libro se analizan estos fenómenos desde otra perspectiva. Se demostra cómo es precisamente la globalización del capitalismo neoliberal impulsada por Occidente la que está llevando a nuevas guerras en las periferias de este sistema. Esto no sólo en un sentido abstracto, ya que la creciente crisis de la deuda produce fragmentaciones sociales que se manifiestan en estallidos de guerras, en las cuales los señores de la guerra compiten por la ayuda humanitaria, los recursos naturales o el control del narcotráfico en las ruinas estatales que dejan tras de sí los programas del Banco Mundial.
Más bien comprobamos que el síntoma inherente del supuesto "debilitamiento del Estado", el uso de violencia privatizada, está impulsado en gran medida por Occidente. Esto queda particularmente claro en el desarrollo del ejército estadounidense, que crea en su mismo seno elementos privatizados que integran la conducción de guerras a la economía de mercado. Las compañías privadas militares, generalmente fundadas por antiguos soldados de carrera, asumen hoy ya no sólo la construcción de campamientos militares, sino cada vez más (también) misiones de combate. Ha transcurrido ya mucho tiempo desde que la declaración de la independencia de los Estados Unidos calificó el uso de mercenarios por el rey de Inglaterra como "totalmente indigno de una nación civilizada". En la actualidad se privatizan incluso las misiones de las Naciones Unidas.
Analizando las guerras en Latinoamérica, África, los Balcanes y Asia, no se encuentra algún tipo de "anarquía", "estallidos de violencia irracionales" y "conflictos étnicos", como es sugerido en innumerables medios de comunicación. Más bien se puede descifrar un nuevo orden de guerra, donde los actores militares privados de los Estados y las élites son usados para asegurar el dominio. Tal como los autores han venido investigando desde hace años en casos concretos, esos actores pueden ser paramilitares para la lucha contrainsurgente en Colombia y México como también CMPs que reclutan antiguos policías para patrullar en los protectorados de los Balcanes, Afganistán e Irak.
Mientras tanto, la misma conducción de la guerra se ha convertido en algunos casos en el objetivo principal de los actores con el fin de lograr ganancias en el capitalismo global. Esto es válido por ejemplo para los aparatos militares africanos, que se transforman en empresas de la industria minera y llevan a cabo luchas armadas entre sí por el dominio de las minas, dejando tras de sí no un inmenso número de víctimas (sólo la guerra del Congo le ha costado la vida desde 1994 a un número de personas que oscila entre los 2,5 y 3,5 millones; siendo el 90% civiles).
Las "nuevas guerras" no constituyen un fenómeno que pueda ser considerado como homogéneo. La guerra de las compañías mineras-militares en el Congo difícilmente pueda ser comparada con el programa paramilitar de lucha contrainsurgente colombiana, que sigue la doctrina del Low Intensity Warfare (guerra de baja intensidad) del ejercito de los EEUU, enseñada en el centro de formación para los militares latinoamericanos (ex Escuela de las Américas) ubicado en Ford Benning en el estado de Georgia. Antiguos generales altamente condecorados del ejército estadounidense, quienes prestan ayuda militar privada al ejército croata y permitieron que éste realizara una de las más grandes "limpiezas étnicas" de la guerra de Yugoslavia, tienen poco en común con los narcotraficantes en el Kosovo o Macedonia. Estos libran batallas competitivas bajo la apariencia de representantes armados de "grupos étnicos", hasta ser integrados por parte de la "comunidad internacional", bajo un control de protectorado, en funciones gubernamentales. De allí que el análisis de casos específicos sirve para la diferenciación y, a su vez, es requisito indispensable para generalizaciones.
Un texto introductorio asevera que con el cambio del contexto global desde 1989 se forman estructuras sociales y políticas que promueven la expansión de las economías de guerra. En este sentido, la transformación de la conducción de guerras en parte de la economía de mercado y el creciente surgimiento de paramilitares, ejércitos de mercenarios y CMPs constituyen una consecuencia directa del capitalismo neoliberal.
En un texto relativo a Colombia, Dario Azzellini señala en forma detallada cómo se formaron grupos paramilitares de las élites locales y - igual que las compañías militares privadas activas en Colombia - bajo auspicio financiero y político proveniente principalmente de los Estados Unidos. Un modelo parecido es descrito por el especialista en Kurdistán y Turquía Knut Rauchfuss, quien explica cómo una alianza entre políticos, militares y narcomafia dirige la paramilitarización del conflicto kurdo en Turquía.
En otro aporte relativo a México, Dario Azzellini estudia cómo la paramilitarización, más allá del uso de tropas en la lucha contrainsurgente, ha sido transformada en nuevas formas de organización social, las cuales incluyen enteras comunidades rurales. Este modelo ya se conoce debido a la guerra en Guatemala, que es analizada por Matilde Gonzáles y Stefanie Kron. Estas autoras se concentran en la relación existente entre paramilitarismo, violencia y género.
Boris Kanzleiter parte de ejemplos de Ex-Yugoslavia para analizar cómo se ocasionaron "diferencias étnicas" durante la guerra, como resultado del paramilitarismo. Los paramilitares formados desde los aparatos de seguridad de los Estados llevaron a cabo campañas de robo y despojo contra la población civil y se pudieron transformar a través de una "acumulación originaria", en protagonistas del proceso de privatización.
En una entrevista el especialista en Afganistán Martin Baraki explica cómo por medio de la "guerra contra el terror" en Afganistán se impuso una reorganización del sistema de los señores de la guerra como pilares de la administración internacional luego de la caída de los Talibanes. Dicho sistema reubicó al país en el primer lugar de la producción internacional de heroína desde el año 2002. Henri Myrttinen evidencia cómo la violencia en Indonesia, generalmente reseñada en los medios como conflictos "étnicos" y "religiosos", se suscribe de manera clara a intereses de poder económico y habitualmente es dirigida o aprovechada por el Estado.
Boris Kanzleiter describe las CMPs que representan una forma modernizada de los mercenarios y desempeñan un rol importante en cada uno de los ejemplos descritos. Las CMPs son fundadas a menudo por antiguos militares de alto rango, ellas reclutan personal altamente calificado y ofrecen como servicios a misiones bélicas, asesoramiento militar, labor de reconocimiento e inteligencia y formación militar. En otra contribución, Dieter Drüssel describe la CMP Dyn Corp, que no sólo realiza actividades en los Balcanes, Afganistán, Irak y Colombia sino también ejerce funciones de seguridad externalizadas en el aparato estatal de los EEUU.
El especialista en África Björn Aust analiza la economía de la guerra del Congo, que se ha convertido desde mediados de los '90 en la "primera guerra mundial del África". Después de los fracasados intentos de un desarrollo recuperador, en el corazón del África se presenta hoy una "economía de libre mercado radical y desregulada" en la cual aparatos militares, milicias y paramilitares libran batallas armadas compitiendo por la explotación de materias primas, que son exportadas por compañías transnacionales hacia Europa, Japón o EEUU. Lisa Rimli llega a una conclusión similar analizando la economía de guerra en Angola, que sigue incluso después de la firma de un acuerdo de paz.
Esta recopilación realiza un aporte en la información y la discusión respecto a las nuevas guerras y se ponen en evidencia algunos de las alarmantes tendencias de los últimos años. Es importante reconocer que los límites entre guerra y paz se desdibujan cada vez más. Tal como lo muestran las lineas de desarollo presentadas en este libro, el bombardeo de Bagdad o de Belgrado no constituye la corta interrupción de una "paz" imaginaria por el estado de excepción de la "guerra". Más bien hoy se expande por regiones cada vez más grandes del globo un estado de guerra permanente de diferente intensidad. Se trata en mayor medida de una crítica del nuevo orden de la guerra, que es expresión de las tendencias actuales de desarrollo del capitalismo.
La edición venezolana presenta algunos cambios en comparación a la edición alemana. No incluye un capítulo sobre las empresas de seguridad y vigilancia en Alemania. Aquí haría falta analizar el papel de estas empresas en Venezuela, donde algunas también han sido utilizadas para fines golpistas y antidemocráticos. Tambien ha sido actualizado el capítulo sobre Colombia, que es el capítulo más largo debido a que Colombia es un verdadero laboratorio para la privatización de la guerra.
Con la inmensa cantidad de informaciones que han reunido los varios expertas y expertos en los diferentes temas en ese libro no se quiere espantar ni desmoralizar a nadie. Todo lo contrario, hay que conocer bien el funcionamiento y los actores en el nuevo orden de guerra para poder oponerse a él.